viernes, 10 de mayo de 2013

Angelo Badalamenti - Twin Peaks

Para Lynch siempre hay dos niveles: por un lado está el Mal; por otro lado, el Bien. Y entre medias, queda el misterio.
De eso va esta banda sonora.

Es un pueblo tranquilo en la intro. Pero en la tranquilidad (en esa falsa tranquilidad que es siempre la carretera) reside el secreto, y en un secreto siempre existe una perla oscura.
Laura es tristeza, es pérdida y melancolía, pero es la primera cortina que se corre para desvelar una piedra, un guijarro en la pista de hielo.
Audrey Lolita, juego y seducción, chascando los dedos se mueve como si bailase por el mundo. De repente suenan tres avisos: cuidado! Un sonido turbio. Nadie se conoce cuando se mira a los ojos.
La calma sólo resiste en los bares, en el café (en todos los sentidos), en el bar de carretera donde todos observan mientras una mujer canta la tristeza del ruiseñor, o un himno a la noche, o canta la caída. Y mientras canta, nadie se mueve.


Hay un sueño, un hombre en el sueño, y el sueño es claro porque todos los sueños lo son de alguna forma: una sola voz, un saxofón que se mantiene en la misma escala, una escobilla que araña el platillo, dos chasquidos. Inquietud. También el amor lo es, o al menos así comienza, pero de todas los temas es lo más cerca del Bien que alguien (tú, yo) puede estar: la música sube, se acerca al éxtasis muy rápido pero muy rápido se tuerce (lo torcemos, lo dejamos de entender porque lo pensamos) y la música baja con el enano saltarín y sus nubes cortadas.

Cuando el disco termina me queda esta sensación. Hay un paso que no se resuelve: queda el silencio. El silencio es otro misterio, queda la acción que busca resolverlo sabiendo de antemano que cualquier solución es otra búsqueda más.

DESCARGAR












1 comentario: