Por eso no me imagino una cámara llena de cuadros en algún palacete recargado, me imagino una cueva que a veces recibe la luz filtrada entre las ramas de un bosque, y a veces respira en la oscuridad. No es una cueva muy profunda (tampoco podía serlo de esta forma), pero es fresca, resguardada. Más abajo hay un pasadizo que conduce, seguramente, hasta el centro de algún volcán, pero Jamal se queda en la entrada, tocando con ligereza y sencillez. Y qué difícil es eso, tan tranquilo y tan directo, ahí justo en el punto, golpeando ligeramente una rama contra la piedra que suena como un chasquido de la lengua y luego siempre en las notas agudas del piano como un saltarín que va de rama a rama como si su cuerpo apenas pesase una mota de agua.
Y entre esos instantes de silencio, cuando la nota queda en el aire, cabe todo. Realmente, es como si todo estuviese ahí, como si la cueva y el universo se plegase en el silencio pero en vez de un silencio vacío de cosas es un instante lleno de sentimientos y emociones inexpresadas, es decir, inexpresables, como una imagen o un sonido puro que no puede llegar de otra forma. Quizá no puede llegar de otra forma que en la ligereza y en la sensibilidad de las cosas más sencillas del mundo (quizá las más importantes).
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Gracias por esta joya. Me encantan sus comentarios a los discos.
ResponderEliminarGracias por esta joya. Me encantan sus comentarios a los discos.
ResponderEliminarGracias en palabras y armonías punto y comas.
ResponderEliminarGracias
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