lunes, 29 de abril de 2013

Kenny Burrell - Midnight Blue

Un poco de blues.
Un poco de girar. Dar vueltas. Llamar y responder para saber que los otros aún siguen vivos al otro lado del algodón.
Un poco de lamento, pero un lamento que narra hacia afuera, un lamento de melancolía que parece una vieja historia en la plaza del pueblo. Un lamento de los antiguos, de esos que contaban la historia de una puta en el callejón, la muerte de un negro que vendía mandarinas:

Una mula camina tan despacio que la canción parece no avanzar siempre encallada en el barro; una carreta a su espalda cargada de instrumentos musicales que alguien quiere subastar en la casa de empeños.
Una medianoche azul un vagabundo y un borracho se arrastran por aceras enfrentadas. No se conocen, pero se susurran entre las luces de neón de algunos putis abiertos y otros que recién abren. A veces se gritan, a veces se hablan sin voces (y qué importante es el silencio en el blues), hasta que uno de los dos cruza la calle y hay un respingo (una fuerza), un poco de lluvia: se paran a mear en la esquina y compiten a ver quién lleva su chorro más lejos.
Una pareja se despide en el umbral de un ascensor. Sólo hay una frase que continúa todo el rato: acaso no te trato bien? También hay humo (un hilillo) y la flecha del ascensor que desciende, hasta detenerse.
Un concierto empieza tarde y la guitarra chirría, sube el sonido Charlie!! No hay ningún Charlie, pero nadie escucha: están todos muy pasados y es sábado. Pero al saxo le da igual, por eso salta y se atreve con un agudo y un poco de marea blanca, mientras la guitarra se queda por atrás, esperando, porque ella es tímida y le cuesta dar la cara, pero cuando sale a la luz (cuando su pelo rizadillo se ilumina) es todo un show de ojos cerrados y todo el mundo bebe de sus copas pensando, este sí que es un blues de sábado noche.

Un poco de blues.
Un poco de dar vueltas.
Un poco de cosas cotidianas que se transforman, que mutan, desde el sucio temblor de una calle vacía hasta lo universal de una farola (algunas farola, todas las farolas).

DESCARGAR





domingo, 28 de abril de 2013

Tete Montoliu & Jordi Sabates - Vampyria

Son dos voces, cuatro dientes, veinte dedos lentos en un ambiente pentatónico oscuro y abrigado, como si un castillo con las persianas partidas por el viento y algunas telas de terciopelo antes rojas y que ahora parecen marrones. Hay doncellas inmortalizadas en estatuas de piedra y hay escaleras que giran hasta una torre tambaleante e incluso camas de dosel con gotas de semen seco entre las sábanas. En ese castillo las puertas siempre crujen profundo y todo está cubierto por otra cosa.
Pero ellos avanzan, sin necesidad de chupar la sangre del otro para hacerlo, porque eso es lo más importante (eso es Jazz), los veinte dedos avanzan juntos preguntándose y mirándose a los ojos, esperando una pregunta y una respuesta (una continuación) y más aún: una comprensión.
Parece imposible! Se comunican!!

Y no sólo eso: abren juntos las puertas del castillo con ese paso que duda, con esa mirada que quiere decir dónde cojones estamos?, con esa emoción de recorrer un lugar inexplorado tocando las bases de piedra y las sábanas blancas llenas de polvo, olisqueando las escaleras mientras se escuchan los murmullos del viento contra las persianas partidas. Entonces uno pregunta al otro: qué te parece, qué sientes? Y ahí es donde la música comienza.


Unos dedos nunca interrumpen al otro, sino que lo continúan. Un fraseo hace avanzar a Jordi hasta la cocina, donde hay un cigarrillo larguísimo que un día dejó de quemar, y Jordi grita, mira aquí!, esto es el tiempo! Tete corre y seguro que susurra, el tiempo es mucho menos que un escarabajo porque la materia existe (o algo así, porque él es mucho de abstracción teórica, aunque le pirra el fútbol) y Jordi bufa (pero entiende, le entiende) y describe con sus dedos una gota de sangre en el suelo que parece realmente un escarabajo, y ambos deciden subir las escaleras en un momento inquietante que les detiene, porque hay sonidos que no se entienden, sonidos incomprensibles que les hacen mirarse encogiendo los hombros.
Alguno de los dos se pregunta, qué estamos haciendo aquí?
Y el otro responde, buscar.

Y ya ahí sólo les queda levantar sábanas de polvo, levantar terciopelos y armaduras medievales y trozos  de pared que parecen agujeros secretos. Y claro, seguir contándoselo al otro para que el otro siga contándotelo todo el rato, como si en vez de chupar sangre cada uno la estuviese ofreciendo (o como si en vez de chupar sangre realmente absorbiesen la energía del mundo cada vez que una frase responde a la otra, y comunica).

DESCARGAR



jueves, 25 de abril de 2013

Jazz with Albert Nicholas

En la calle hay una llama roja; hay una mujer negra que baila con las manos en la tripa y gira y gira y sus ojos se abren en blanco; hay un hombre con traje ejecutivo y máscara de tigre que hace clap clap con las manos y top top con las suelas de unos zapatos viejos; hay dos carrozas que sueltan humo amarillo y serpentinas negras y unos pocos enanos recogiendo caramelos para ofrecer a las palomas; en la calle hay bandidos que bailan con los dedos como garras y abren y cierran esas garras con fervor como si tuviesen espasmos infinitos; hay un negro que toca el clarinete con la fuerza de tres caballos gigantes, y hay dos parejas que bailan muy lento con los pies sobre otros pies y se lamen los cuellos con cuidado raspando el sudor; en la calle hay plumas, millones de plumas que vuelan de un lado para otro desde los balcones más altos donde señoras y niñas enseñan los pechos con una sonrisa de chocolate: sólo una muestra del afecto por la llama roja (una llama roja para todos, una llama roja encendida en las carnes y en los intestinos).

En la calle la cosa se mueve. Menuda cosa! Las dos parejas bailan con los bandidos y el ejecutivo con máscara de tigre hace clap clap en los pechos de dos niñas que ríen con ternura. Los zapatos viejos se los dejó en casa con la mujer negra que gira y gira y las plumas la envuelven en una especie de ciclón trémulo y esponjoso mientras el clarinete suena cada vez más alto y más puro, y los tres caballos gigantes tiran ahora de las carrozas, y humo, mucho humo por todos lados! El humo los rodea a todos, hasta que la canción se detiene. Todos se miran un instante entre ellos, detenidos (observando también las plumas que caen del aire, y que son aire), detenidos hasta que otra canción vuelve a sonar, despacio, quizá más lenta o quizá con esa pausa que les hace inclinarse de un lado a otro, pasando el peso del cuerpo de una pierna a la otra, hasta que Albert inclina también su clarinete y suena rasgando hasta el cielo con las plumas que suben otra vez hasta los balcones donde las señoras agitan pañuelos y dos flores muy rojas indican que la llama sigue bullendo por ahí, por todos lados, por la calle y las aceras y las tiendas de tabaco y los vendedores de perritos calientes y cervezas baratas que se escurren en la multitud.

DESCARGAR




miércoles, 24 de abril de 2013

Bix Beiderbecke - Bixology

A veces la música es redención, o vida (o ambas cosas).
Hablamos de un tío que murió con 28 años, alcohólico y repudiado por sus padres, de los que sólo buscaba un tanto de aceptación y otro tanto de comprensión. También hablamos de una de las primeras figuras, de un tío del que Louis Armstrong dijo que tenía el sonido más puro y limpio que había escuchado, un cornetista que suena como si todas sus nubes se diluyesen en un soplido.

A veces cuando escucho Singin' the Blues, algo como treinta segundos de solo dentro de ese tema, me quedo en blanco. Me quedo en esas cosas que van flotando, esa tranquilidad, esa calma que parece un Buda levitando sobre campos de maíz, muy por encima como si fuese brisa (nada más que brisa) y sol (nada más que sol) y a lo mejor también golondrinas y nidos y un cigarro puro que se va consumiendo despacio y también un tractor allí detenido (o quizá no un tractor, quizá la idea de un tractor, la idea de un arado o la idea de una tarde que se va oscureciendo).

Bix nunca salta, o cuando salta lo hace como un respingo dentro del sueño. El sonido es línea en la que posarse y reposar, césped mullido en explanada, un hilillo del que cuelgan calzones tendidos con pinzas de metal duro. Pero el hilillo mantiene el peso, sopla, vibra, mira dentro de sí y encuentra ese campo de maíz con dos alitas de pollo y una mujer tendida, silbando néctar con los brazos extendidos en un trozo de mar.
Y creo que, al menos durante esos treinta segundos, Bix se queda ahí, tendido junto a ella, oliendo sus dedos, reposando en el agua.

DESCARGAR







martes, 23 de abril de 2013

Gene Ammons & Sonny Stitt - Boss Tenors

Gene Ammons es un martillo.
También es Jug, o The Boss, o Gentle Jug, o incluso "the Soul of Chicago tenor saxophone" aunque este último es un nombre un poco largo y seguro que él prefería Jug, así, como un martillo. Y es que su sonido, cada nota, tiene un peso increíble, como si su saxo pesase cuarenta toneladas y él se fuese inclinando al picar cada nota y más que inclinando fuese taladrando el suelo haciendo un túnel pequeñito por el que salir (algún día) a gatas de esa cárcel gentil que en el fondo le tenía hastiado y hasta las pelotas.
Sonny Stitt es más suave y un poco chillón, pero hacen buena pareja. Se manejan, se pican, conversan (sí!, un poco de entendimiento!), se animan y a veces parece como si Jug estuviese muy cansado de seguir taladrando con ese peso enorme y Sonny de repente le echa un poco de agua fría por encima de la nuca para que no se ponga pelma y siga dándole (dale, dale! que el túnel nunca pare!).

Gene Ammons es de esos pocos sonidos que son tan indescifrables y tan específicos que te da miedo que un instrumento igual para todos pueda parir a la vez mártires y locos y desarrapados y también gente tan elegante pero tan cansada de todo esto (o eso) que golpea con su yunque de cuarenta toneladas y camina muy despacio por la avenida, a veces mirando el suelo para no hundirse, a veces mirando los rascacielos con una voz cascada que escupe,
al carajo!

DESCARGAR


lunes, 22 de abril de 2013

Les Doigts de l'Homme - Dans le monde

Se nota que se divierten. Eso seguro.
También se nota que van muy rápido, aunque a veces te parece como si estuviesen tranquilamente desgranando algunas judías sentados a las puertas de una finca llena de piedras y cactus con formas extrañísimas. En eso me recuerdan a Django, y es que tienen algo tan especial como él lo tuvo (ay Django!, que diría Green). Esa especie de gitanismo que recorre el país (los países) de costa a costa, como si los gipsies fuesen la descendencia de los primeros hijos del mundo y tuviesen la palabra y tuviesen, realmente, la palabra para mezclar en una sola todas las piedras y los cactus de formas extrañísimas que habitan por ahí (es decir, por todos lados).
A lo mejor por eso se divierten, como si para ellos fuese un juego, un puzzle para niños tan natural que por eso se llaman Los Dedos del Hombre, y por eso van juntando piezas diminutas como si fuesen enormes, juntando canciones de ferias y tablaos, sonidos de la tele, sonidos del Oeste, canciones que escucharon sus padres en la radio y seguramente, canciones que escucharon sus abuelos y sus bisabuelos de los dedos de sus padres cuando estos todavía podían tocar con los ojos cerrados.

Un amigo me dijo que una vez los vio en el puente de una ciudad del sur de Francia.
Parecían un grupo de guitarristas vagabundos, con las bocas apretadas y los ojos perdidos por allá atrás, seguramente en sus dedos, o muy detrás de sus dedos donde se esconde el sonido, pero tocando tan rápido que sus dedos dejaban de verse bien y parecían borrosos y sobre todo parecía que había millones de dedos tocando al mismo tiempo la misma guitarra de jazz arañada.
Son tres a veces, o cuatro casi siempre,
pero debe de ser que tienen millones de dedos tocando al mismo tiempo, dedos antiquísimos (o muy nuevos, dedos de bebés), en todo caso dedos muy gitanos. Seguramente estén por ahí los dedos de Django diciendo, dejadme un hueco coño!, mientras ellos empujan (o se dejan llevar) y ronronean sobre el puente y gritan todo el rato, a un lado todo el mundo que voy!, como si fuesen a despegar en un cohete con forma de cactus gigante, aunque en el puente donde mi amigo les vio nadie se movía (salvo esos dedos borrosos) y nadie decía nada y todo el mundo se dedicaba a mirar las sonrisitas que les salían en los solos y los ojos perdidos por allí atrás que parecían de concentración pero que en realidad yo creo que eran de trance. Un trance de dedos que se flipan contando las judías y las piedras y los cactus que recorren los países de costa a costa como si nada.

DESCARGAR






sábado, 20 de abril de 2013

Timo Lassy - The Soul & Jazz of Timo Lassy

En Finlandia hace frío. Te hielas. Te hielas por dentro, rodeado de pequeños islotes que parecen icebergs aplastados y que apenas se mueven un milímetro cada siglo.
Timo Lassy es finlandés.
Timo Lassy tenía frío y, quizá por eso (no sé), su música suena como un fuego que va calentando, a veces muy poco a poco (a veces tan lento que no llega), a veces con una explosión muy rasgada que huele a sudor y a movimientos sobre las tablas de madera.
A Timo Lassy le gusta ver a la gente balancearse, bailar.
Yo siempre le imagino balanceándose con el saxo, rompiendo los casquetes de hielo que le aprietan las piernas, empezando a botar, luego saltando, soltándose, saliendo al fin en una explosión que sí que merece; que, da la sensación, podría llegar a derretir toda Finlandia, todas las islas e islotes que permanecen aplastados e inmóviles, si tuviese más tiempo y menos ataduras, a veces estilísticas, y a veces puramente mentales.

(es importante: cuando digo Finlandia, también digo "yo", y digo "tú", y digo "Timo Lassy". Por eso, a veces, también digo que Finlandia no existe)

DESCARGAR





viernes, 19 de abril de 2013

Abdullah Ibrahim - Cape Town Songs

Abdullah Ibrahim es un chamán, al estilo de Duke. Aparece escondido entre el resto de su banda, marcando, apareciendo cada vez un poquito para seguir, para vigorizar, quizá simplemente para animar al siguiente a que encuentre eso (ESO), y no lo suelte.
En realidad es un director de orquesta, al estilo de Duke, organizando, sacando eso (ESO) que sabe que cada uno tiene, que cada uno lleva implícitamente dentro de sí. Él mueve hilos, y ellos también se mueven con él, y lo que nunca llegas a entender es si ellos (Ellos) también se moverían si Abdullah no moviese tantos hilos todo el rato sin parar.
Su estilo suena conocido, al estilo de Duke, porque suena como muchas cosas que han pasado o están pasando, pero como si te las contase un tipo perdido por el desierto, o un tipo que camina sin parar a través de la sabana para encontrar algo (cualquier cosa, una fuente de agua por ejemplo), y lo ve todo sin ningún prejuicio, contento de verlo todo así, casi inocente.
Es decir, que te las cuenta un tipo que está ahí (realmente Ahí) y que, precisamente por eso, parece que no está contando mucho más que una vuelta, o un encuentro casual, o una ruedita de madera que una vez encontró entre la arena.
En todas las canciones que he escuchado de él, Abdullah Ibrahim nunca se marca un solo de esos en los que sus manos se mueven rapidísimas (aventureras) por el piano. Si acaso mantiene el ritmo, al igual que imagino sus pasos siempre constantes, el ritmo de seguir contando cosas muy simples, lo que es igual que decir cosas muy fundamentales.
Al fin y al cabo Abdullah Ibrahim es un chamán feliz de caminar por la sabana. También podríamos decir que Abdullah Ibrahim es como un niño, un niño feliz de contar a otros niños acerca de esa ruedita de madera que una vez encontró entre la arena.

DESCARGAR



jueves, 18 de abril de 2013

Troy Andrews (Trombone Shorty) - Swingin' Gate

Antes de convertirse en un Lenny Kravitz popero,
Troy parecía reunir ese espíritu clásico New Orleans que despierta en la primavera, que parece arrancar las florecillas de los almendros y parece que acompaña siempre al sol tirado en la hierba de algún parque con dos latas de cerveza siempre aún por empezar.
En estos temas se siente el calor, una brisa, un comienzo tranquilo que va despegando pero que siempre parece dejarte a ti la última tirada en la que, realmente, comenzar.

DESCARGAR