En la calle la cosa se mueve. Menuda cosa! Las dos parejas bailan con los bandidos y el ejecutivo con máscara de tigre hace clap clap en los pechos de dos niñas que ríen con ternura. Los zapatos viejos se los dejó en casa con la mujer negra que gira y gira y las plumas la envuelven en una especie de ciclón trémulo y esponjoso mientras el clarinete suena cada vez más alto y más puro, y los tres caballos gigantes tiran ahora de las carrozas, y humo, mucho humo por todos lados! El humo los rodea a todos, hasta que la canción se detiene. Todos se miran un instante entre ellos, detenidos (observando también las plumas que caen del aire, y que son aire), detenidos hasta que otra canción vuelve a sonar, despacio, quizá más lenta o quizá con esa pausa que les hace inclinarse de un lado a otro, pasando el peso del cuerpo de una pierna a la otra, hasta que Albert inclina también su clarinete y suena rasgando hasta el cielo con las plumas que suben otra vez hasta los balcones donde las señoras agitan pañuelos y dos flores muy rojas indican que la llama sigue bullendo por ahí, por todos lados, por la calle y las aceras y las tiendas de tabaco y los vendedores de perritos calientes y cervezas baratas que se escurren en la multitud.
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Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMe lo apunto!
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