domingo, 28 de abril de 2013

Tete Montoliu & Jordi Sabates - Vampyria

Son dos voces, cuatro dientes, veinte dedos lentos en un ambiente pentatónico oscuro y abrigado, como si un castillo con las persianas partidas por el viento y algunas telas de terciopelo antes rojas y que ahora parecen marrones. Hay doncellas inmortalizadas en estatuas de piedra y hay escaleras que giran hasta una torre tambaleante e incluso camas de dosel con gotas de semen seco entre las sábanas. En ese castillo las puertas siempre crujen profundo y todo está cubierto por otra cosa.
Pero ellos avanzan, sin necesidad de chupar la sangre del otro para hacerlo, porque eso es lo más importante (eso es Jazz), los veinte dedos avanzan juntos preguntándose y mirándose a los ojos, esperando una pregunta y una respuesta (una continuación) y más aún: una comprensión.
Parece imposible! Se comunican!!

Y no sólo eso: abren juntos las puertas del castillo con ese paso que duda, con esa mirada que quiere decir dónde cojones estamos?, con esa emoción de recorrer un lugar inexplorado tocando las bases de piedra y las sábanas blancas llenas de polvo, olisqueando las escaleras mientras se escuchan los murmullos del viento contra las persianas partidas. Entonces uno pregunta al otro: qué te parece, qué sientes? Y ahí es donde la música comienza.


Unos dedos nunca interrumpen al otro, sino que lo continúan. Un fraseo hace avanzar a Jordi hasta la cocina, donde hay un cigarrillo larguísimo que un día dejó de quemar, y Jordi grita, mira aquí!, esto es el tiempo! Tete corre y seguro que susurra, el tiempo es mucho menos que un escarabajo porque la materia existe (o algo así, porque él es mucho de abstracción teórica, aunque le pirra el fútbol) y Jordi bufa (pero entiende, le entiende) y describe con sus dedos una gota de sangre en el suelo que parece realmente un escarabajo, y ambos deciden subir las escaleras en un momento inquietante que les detiene, porque hay sonidos que no se entienden, sonidos incomprensibles que les hacen mirarse encogiendo los hombros.
Alguno de los dos se pregunta, qué estamos haciendo aquí?
Y el otro responde, buscar.

Y ya ahí sólo les queda levantar sábanas de polvo, levantar terciopelos y armaduras medievales y trozos  de pared que parecen agujeros secretos. Y claro, seguir contándoselo al otro para que el otro siga contándotelo todo el rato, como si en vez de chupar sangre cada uno la estuviese ofreciendo (o como si en vez de chupar sangre realmente absorbiesen la energía del mundo cada vez que una frase responde a la otra, y comunica).

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