Melancolía la añoranza de un lugar que nunca existe físicamente, un lugar o un tiempo, una esencia, cientos de mariposas negras sobre un campo de trigo y paja, túneles y pozos que se doblan sobre un río, un puente estrecho, el puente estrecho conectando las desavenencias en las que a veces no queremos creer, dónde está cual, cómo es eso, qué voy a hacer, quién:
búsquedas que son la partida entre medias, la vida que cuece entre nacimiento y muerte no es un suspiro ni un hálito, sino un violín o una cuerda o incluso todas las cuerdas que flotaron alrededor de las orquestas para niños; un piano, una voz dulce o áspera o incluso un recodo (un hueco), ese hueco donde por las noches las láminas de piel se derriten sobre la alcantarilla y son líquido rojo y ámbar fluyendo en círculos que destilan la imagen de nosotros mismos: una mujer gigante que se encorva al pasar por el túnel del metro, un pájaro fénix que te susurra despacio el filo del cuchillo que alguna vez te deberías clavar, la baba en la almohada y la risa de los payasos y también la risa de las mujeres en trance que agitan sus bebidas de fiesta:
sangre y hecatombe porque dormimos, sangre y costra virgen porque hay algo por detrás, sangre que respira cuando añoramos lo que nunca hemos visto, como aquella vez cuando un niño mordió las naranjas como si el jugo en su mentón fuese la savia inmortal de un árbol invisible: un campo lleno de mandarinas esparcidas como globos, un campo entre la playa y los montes verdes, un campo lleno de manos blancas que palpan lo que encuentran llevándoselo a la boca y a los sobacos y a la entrepierna porque, qué es respirar sino eso.
Respira respira mandarina, encuentra el poro donde colarte, la cuerda del violín que bate desde las olas y la arena; ten tu voz y tu garganta que a nadie más prestaste y cógela como un cáliz y tiéndete mirando al cielo: por ahí arriba está lo que buscas, por ahí abajo también lo que a todos pertenece y ninguno sabemos encontrar, eso que por detrás de tus ojos, eso que traga todo lo que siente como un agujero negro, eso que añoro al sentir los pasos de un gato que se acerca por la calle: los viaductos de la ciudad durmiente, las piernas de la mujer, los hilos de lana que nos unen por la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario