viernes, 14 de junio de 2013

The Five Corners Quintet - Helsinki Sessions

Están los sueños, y luego está el sueño del mundo, o los sueños de una ardilla que maneja las nueces no como un tesoro, sino como una imagen.
A veces me veo en Helsinki, y supongo que estoy ahí porque no sé qué es Helsinki. Pienso: es un sitio. Pienso un poco más: es una ciudad, una ciudad donde el frío y las miradas son lo mismo, donde las noches son blancas y hay tugurios bajo el suelo con escaleras kilométricas. A dónde llega cada escalón? Seguramente haya fuego vivo allí abajo. A veces pienso que eso es Helsinki, cada escalón la bala que algún sueño plantó en la retina de algún loco.
Hay cosas raras. Nunca hay coches. Las calles y las aceras siempre están en sombra, supongo que por ese árbol gigantesco que se alza muy cerca, por encima de los rascacielos, tan alto que nadie llega a verlo. También hay un silencio que es como un pitido, o una bruma, o una brisa (un zumbido?), algo en la niebla que envuelve y no te deja del todo, algo pegado a tu boca y a tus cejas, algo de lo que no te puedes separar por mucho que te estires o grites o llores para que te dejen salir de Helsinki.
Me suele pasar esto, que me veo en Helsinki, en sus calles y en su viento, pero luego no se qué decir de Helsinki. Helsinki ciudad de despertarse. Helsinki ciudad de dormir con una farola. Helsinki ciudad de tortillas de arenque y miel. Algo así?
Hay bares abiertos que sirven café en bol toda la noche pero decir noche allí es como decir castañuela. De hecho, en Helsinki no suelo decir muchas cosas, no porque no me entiendan, no lo sé, quizá porque no me entiendo o porque cuando camino en esa niebla voy pensando: que no haya nadie que no haya nadie que no haya nadie, y efectivamente, la calle está vacía al abrir los ojos, y cuando entro a uno de esos bares el camarero mira fijamente, como si aún no le recordase, y siento el frío de un interrogatorio.
Es eso Helsinki, el frío? Ahora pienso: no es eso. Hay una imagen borrosa, la entrada trasera en un callejón, privado sólo personal en la puerta, un crujido, los escalones que bajan kilométricos y esa humedad que asciende como el sudor de una multitud en las venas. Recuerdo. Una imagen borrosa, un sonido que no es ese silencio, un murmullo de vestidos y tachuelas, una bola de discoteca en el techo y otra tirada en una esquina con cristales rotos formando una sonrisa, y el murmullo aumenta y cambia en afinaciones y dos baquetas que entrechocan presentando el nuevo tema. Es eso Helsinki? Pienso: algo por ahí, aunque todavía no me acuerdo de cómo empezaba la canción.

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