martes, 27 de agosto de 2013

Stanley Turrentine - Blue Hour (complete sessions)

Gene Harris siempre habla en voz baja, aunque siempre se le escucha.
Stanley Turrentine a veces grita, a veces mueve la boca como si quisiese decir algo pero sólo salen rotuladores gordos, mantas gigantes que alguien dijo una vez fueron alfombras voladoras.
Pero no pierden la postal (este cuadro). Ellos saben dónde está el flow, su flow de barco inmenso transatlántico que flota en la bañera de una mujer hermosa. Así nena, de un lado a otro, baila así déjate llevar, posa un pie, siente que flotas en el siguiente porque sólo esos dedos te están sosteniendo. Y ahora, ahora, cae hacia el otro lado, así, como un balanceo, como si estuvieses borracha y mareada, así: apóyate en tus uñas carmín leones del pie contrario. Pareces un patito hermoso que ha perdido su rana. Un patito hermoso y desnudo. Por eso sonríes, ¿verdad?
Todo flota, ese es el lema: todo se mueve en la inmensidad. Del agua sale un brillo, una forma, una hilera que es siempre la misma para todos: las Nereidas juegan alrededor de su saxo como si todos ellos tocasen en una pecera. A lo mejor esa es la hora azul y no tiene nada que ver con una nota, con dos, con una escala que seguramente inventaron en el último piso de un edificio pequeño. A lo mejor es eso, una pecera enorme dentro de un barco antiguo, hundido en la tripas oscuras casi en el fondo del mar. Porque el agua tiene un ritmo, un eco. Tiene tambores. Tiene a un tipo gigante que golpea el suelo con su pie, marcando. Pero sobre todo tiene caída, o más bien la esperanza de una caída que no llega del todo: ese balanceo (este cuadro) que se mantiene en el aire, expectante, y a veces, al verlo, imaginas las pequeñas burbujas que salen de tu nariz al bucear, cuando las ves ascender despacio, como si jugasen con su movimiento, y aunque sabes que suben, en ese momento, dices: las burbujas son la caída, las burbujas son la repetición, el movimiento de cada ola que sale de una cueva y vuelve a otra, todo el rato, sin parar. Por eso ellos tocan en la playa y cantan a Ylajali, con el runrún de baqueta, con las llamas de coro, con la luna de foco. La luna que parece sorber el aire, la arena, para dejar todo hueco al sonido, todo espacio a las chicas que pasean, de la mano, besando el mundo, escuchando su canción.

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