Ojos cerrados boca apretada Lou le llamo.
Para otros, su nombre es tan sólo el vagabundo más lento del mundo.
Yo diría que es perezoso.
Desde aquí arriba sus dedos parecen estalactitas que se extienden como arterias por la farola. La gente de la parada del bus le observa con una sonrisa partida como si estuviesen diciendo cuándo va a empezar a tocar de verdad, cuándo empezará a caminar rápido o a tener prisa o a coger el bus en el último segundo cuando sales de casa sudando porque no te dio tiempo a terminar el café.
Algo así.
Pero boca de rana Lou es perezoso, y ahora empieza su segundo tema de la mañana sin detenerse a mirar si alguna moneda cayó en el estuche abierto en el suelo o si las gaviotas se llevaron la pana de una mujer hermosa. Dedos quietos es su estilo, y sólo importa eso.
No sé entenderlo, de verdad, pero puedo mirarle durante horas.
Sólo importa el sonido, como si cada nota costase un mundo al despegarse y el peso fuese tan grande, el peso de la parada del bus y el peso del panadero que grita las ofertas, la mirada de un segurata que fuma afuera de la tienda mientras él permanece, y él está, desplegando poco a poco articulaciones seguramente antiquísimas que devienen de manos parsimoniosas y a veces pienso que su padre debió de ser relojero con lupa y anteojos diminutos moviendo los engranajes de un cuco poco a poco para que todo encaje de una manera absolutamente cierta.
A veces estalla en un grito agudo que parece soltarlo todo y se despega de la farola y sus rodillas se estremecen como si cayese todo el polvo y todo el hielo que se había entumecido en su cuerpo. Entonces suelo imaginarle, pequeñísimo, escondido detrás de las teclas del saxo por donde el aire se debe colar para que suene algo, como un cachorro en su madriguera asomando desde el metal, como un niño perdido que ya no tiene Wendys en su vida, o quizá sí, pero Wendy se cambió de camisa y ahora viste cañas rasgadas y un metal que ya perdió su cromado y el abrazo de Wendy es la abrazadera donde apoyar su sonido.
Le miro, le miro, y todo sigue igual.
Algunos corren por detrás de él o saltan su estuche para llegar hasta el bus, que va a salir!, que sale!, mientras el gitano grita en una esquina, que se me escapan que se me van que me los quitan de las manos estos melones señora!
Puño tranquilo Lou permanece. Y abre los ojos apenas una rendija mirando al cielo, quizá sonríe, no llego a verle bien desde aquí pero creo que sí, seguro que sonríe. Por eso es el vagabundo más lento del mundo, reposando sobre sí mismo, escondido por dentro de los engranajes de su saxo desplegando los sonidos perezosos que le llaman desde dentro.
A veces creo que me llega el olor de su tranquilidad, y entonces me digo: no importa entenderlo.
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CHAPEAU¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarlo has clavado majo.
Es exactamente a lo que siempre me ha parecido.
Mas o menos omo Lazy Lester en el Blues, tumbado al lado de un Bayou, sin importarle qué carajo pasa con el mundo, ¿que estoy viendo un caimán venir hacia mi con intenciones aviesas? pos vale¡¡¡¡ya veré lo que hago cuando llegue.....
MAGNIFICO RELATO colega.
Salud y Buen Blues desde VK
Pd:
El año pasado pude disfrutar de su pereza aqui en los madriles, donde ofreció un concierto INCREIBLE.
Desgraciadamente se puso malillo el hombre justo al dia siguiente y canceló toda actividad. Al día de hoy no hay ninguna noticia sobre su estado de salúd. Afortunadamente supongo.